Debilidad ( Libre )

Sus miradas y sonrisas estaban poniéndome cada vez más nervioso. Cada vez tenía menos claro que Erika fuera una humana corriente. Parecía algo más que una simple presa.
"Vamos, Alec, no te empieces a encariñar con aquello que te podrías comer" me regañó mi cerebro. Lo ignoré y sonreí a Erika intentando convencerme de que no me estaba encariñando con ella y sólo trataba de ser amable.

-¿Niño? -pregunté con una sonrisa. Era irónico que dijera eso de mí, cuando tenía siglos de edad- Bueno, tú sólo tienes un año más que yo -añadí cuando ella me dijo su edad.
Escuché hablar de cómo era su vida, con una sonrisa cortés, auqnue procuraba mantenerme a una distancia prudente de ella.
-Para tener sólo 17 años te las arreglas bastante bien -dije mirando a Erika, quizá demasiado tiempo, así que aparté discretamente la mirada- Digo, lo de venir aquí sola y eso...

Sonreí cuando dijo que le gustaba alardear de que era la mayor ante alguien. Era gracioso que lo dijera justo cuando estaba justo con alguien mucho mayor que cualquiera de las personas con las que había estado antes. Aunque aparentara menos edad que ella.
Ya caminaba casi al lado de ella, a su mismo paso, procurando no reducir demasiado la distancia con ella, o me pondría aún más nervioso. Ella estaba notando mi nerviosismo, de eso estaba seguro. Intenté tranquilizarme un poco.

-Supongo que algo tan drástico tuvo que hacerte madurar demasiado pronto -musité con una sonrisa. Jane y yo también habíamos tenido que madurar demasiado pronto, y apoyarnos el uno en el otro para hacer frente a todas las adversidades a las que teníamos que enfrentarnos. Sobre todo antes de que nos transformaran, cuando todos nos trataban como fenómenos extraños.
Seguimos caminando por las calles. Por suerte la iluminación no era muy buena, y no había demasiada gente rondando por allí. Estarían ya casi todos en sus casas.
-Yo no sé si sería capaz de lanzarme yo solo a la aventura de esa manera - "por lo menos cuando era humano" pensé. Me había enfrentado a muchas cosas, pero siempre tenía a Jane. Sólo hubiera sido incapaz.

Conocía bastante ese lugar, y creía saber ya en qué hotel estaría alojada Erika. Lamenté que estuviéramos tan cerca, aunque por otro lado quizá sería bueno alejarme de ella, ya que necesitaba apartar de mí esos instintos salvajes que intentaba controlar y cada vez me costaba más hacerlo. Sin embargo, me sentía demasiado bien conversando con ella y no me apetecía irme, por mucho que me costara controlarme.
-Bueno, supongo que aquí los vecinos tienen mucho respeto los unos por los otros y evitan molestarse -dije sonriendo- Y supongo que el halo de misterio del pueblo asusta a algunos -musité riendo entre dientes.

Sonreí cuando dijo que estaba acostumbrada a viajar.
-Vaya, debes llevar una vida bastante entretenida. La mía es algo aburrida aquí, sin mucho que hacer -dije, pensando realmente en la guardia. Últimamente estaba más aburrida que de costumbre. No pasaba casi nunca nada.
-¿Y te gusta esto? -pregunté, auqnue no sabía muy bien por qué hacía esa pregunta. Era tan peligroso para mí como para ella que siguiera interesándome tanto.

La dulzura de su sonrisa me hizo apartar la mirada algo nervioso. Y confuso, demasiado confuso.
-Cuando vives mucho tiempo aquí te acostumbras y pierde su encanto, pero a los turistas les encanta. Supongo que deja de impresionarte cuando ves que el misterio no es más que una apariencia -sonreí amablemente- Pero mejor me callo, si sigo así te quitaré todo el interés sobre Volterra. -añadí con una sonrisa traviesa.

Asentí cuando dijo que le gustaría instalarse en algún lado.
-Al final, por mucho que te guste viajar siempre necesitas estabilidad, quedarte en un lado, buscar algo a lo que llamar hogar-en mi caso Volterra había sido el único lugar al que podía llamar hogar.

Mis ojos se encontraron con los suyos brevemente, antes de rehuirlos con elegancia y discrección.
-Supongo que tendré que aceptar que Volterra tiene un encanto particular, me alegro de que te haya gustado -asentí mirando al suelo, mientras caminaba a su lado. No estábamos ya demasiado lejos del hotel donde se hospedaba, y cada vez tenía menos ganas de irme.

No me gustó demasiado que dijera que cada vez estaba más interesada en Volterra. Cuanto más tiempo permaneciera allí investigando más peligroso sería para ella. Y yo no podria protegerla mucho más tiempo. Aunque ni siquiera sabía por qué intentaba protegerla ahora. Bueno, mejor que dejara de pensar en eso o acabaría hecho un lío.
-De acuerdo, intentaré no arruinarte la imagen de Volterra -concedí con una sonrisa. Mis ojos recorrieron la calle por la que caminábamos y ya estábamos muy cerca del hotel. Noté que aminoró el paso y yo también lo hice. Cada segundo que pasaba era una tortura para mis sentidos y mis instintos, pero no me importaba.
Escuché que dijo que le había encantado conocer a la gente de Volterra y a mí.
-Sí, es una lástima -asentí cuando dijo que era una lástima que me marchase. La noté algo apenada, pero no tenía otra alternativa que irme. Deseaba volver a verla, aunque sabia que era peligroso.
-Me encantó conocerte -dije con una sonrisa amable cuando llegamos a la puerta del hotel. Me quedé parado sin decir nada, a unos pasos de Erika.

Estábamos en la puerta del hotel, y sonreí amargamente. No me quería ir, pero tendría que hacerlo antes de que me entrara hambre. Mis ojos se fijaron en los suyos y miles de sensacione me inundaron, de tal forma que tuve que retroceder discretamente un paso.
-No te preocupes, puedo volver bien a mi casa -dije asintiendo con algo de nervios. En cuanto a volvernos a ver... Sabía que era una locura, pero quería volver a verla.

Un mar de dudas me asaltó cuando preguntó si me podría localizar de alguna forma. Lo cierto es que no sabía cómo podría hacerlo sin dar demasiadas pistas sobre mí mismo, así que decidí darle rienda suelta a mi imaginación.
-Bueno, tengo un amigo que trabaja en la oficina de correos, así que cualquier cosa que mandes a Volterra a mi nombre me llegará -inventé intentando que se conformara con eso.
Enseguida decidí que desde entonces me pasaría más a menudo por la oficina de correos. Claro que de inmediato me regañé por esa decisión.
-¿De veras me escrbirás? -pregunté algo ilusionado. Me estaba comportando como un niño caprichoso.

Seguí mirándola esperando que aceptara simplemente lo de enviar cartas a la oficina de correos. No era un gran plan, pero quizá con eso bastara para mantener el contacto con Erika. No sólo me movía la inquietud por sus investigaciones, sino también estaba interesado en ella, aunque mi mente quisiera evitar por todos los medios ese interés. Algo había en ella que me atraía de una forma que no llegaba a entender. Y no era sólo la atracción por su sangre. Necesitaba pensar con claridad, si no acabaría por volverme loco.

Su voz me sacó de mis pensamientos, y sonreí con alivio cuando dijo que me escribiría.
-Estaré encantado de responderte entonces -respondí con amabilidad y con una sonrisa agradable, poco común en mí, por lo menos dirigida a un humano.
Me bloqueé un poco cuando me preguntó por el apellido. No quería que se le ocurriera preguntar por el pueblo por Alec Vulturi, así que pensé rápidamente.
-Swan -susurré el apellido menos sospechoso que se me ocurrió- Alec Swan -dije con más seguridad. Esperaba que a Bella no le importara demasiado que utlizara su apellido. De todas maneras igual no se iba a enterar.
Mi cabeza me ordenó despedirme y salir de allí, pero mis pies no se movieron. Me limité a sonreir mirando a Erika, evitando mirar directamente a sus ojos.

Su sonrisa hizo que la mía se acentuara. No podía negar que sentía una atracción hacia esa humana aparte de la normal entre cazador y presa. A estas alturas me preguntaba si lo de Edward Cullen sería contagioso o algo. Pero me quité esa idea de la cabeza. No podía permitirme ver a esa muchacha como algo más que una simple cena. Dios, pensar tanto me estaba confundiendo demasiado.
Asentí cuando dijo que me escribiría al finalizar la semana.
-Espero que me cuentes como van tus investigaciones -sonreí mirándola- Y algo más de ti... -añadí desviando la mirada. Esa última frase no tenía que haber salido de mis labios. La tenía que haber dicho en mi mente, pero no pude evitarlo.

Cuando se acercó a mí mi mente estaba demasiado ocupada en contener mis instintos y no le dio a mi cuerpo la orden de retroceder. Me besó en la mejilla, y sentí una sensación de calidez. El contacto de sus tibios labios con mi fría mejilla me produjo un estremecimiento, una sensación que no supe identificar, pero que me agradaba. Eso mezclado con una sensación de atracción que a duras penas pude dominar.

Por suerte hacía frío, y la temperatura de mi cuerpo podía enmascararse un poco.
-Sí hace frío, debo estar helado -sonreí quitándole importancia a ese hecho- Buenas noches Erika -susurré levemente.
Vi que se giraba y entraba hacia el hotel. Cerré los ojos intentando aclarar mi mente y me di la vuelta. Debía volver al castillo antes de que empezaran a preguntarse por mí.