Aprendiendo [Edward] (+18)

Me habían dicho como un millar de veces que me perdía algo tremendamente fantástico con aquello de reservarme para la adecuada, ahora ya podía decir con total orgullo y seguridad que había merecido la pena esperar hasta tener a mi adecuada. Esto no estaba siendo fantástico, si no lo siguiente, algo mucho mejor que eso, esto era glorioso. Jamás me hube imaginado a mi siendo de esta forma, tenía que admitir que no había podido evitar imaginarme este momento en algún que otro instante de debilidad, pero nunca de esta forma tan exacta. Lo mejor de todo es que Bella se estaba dejando llevar, algo que seguramente agradecería tanto como yo, pues antes nos tocaba contenernos a ambos por su condición.

Aquel morbosos susurro en mi oído me hizo dedicarle una sonrisa perversa a la espera de ver que se le ocurría ahora. Antes de darme cuenta se alzó y gateo bajando por la cama, haciendo que me la quedase mirando intrigado y que mis manos quedasen sin nada a lo que agarrarse. -Bella que dem... -me quedé con la frase a medias cuando un gemido salió de entre mis labios impidiéndome seguir. Me había visto venir sus intenciones, pero esto no me lo esperaba de todos modos. Me agarré a las sabanas casi con desespero mientras gemía, mi intención inicial había sido detenerla, no sabía porque, quizá una pizca de mi clasicismo y moral del siglo pasado, pero en cuanto hubo empezado las ganas de pararla se fueron por donde vinieron. -Oh dios mio Bella... -gemí de nuevo mordiéndome el labio inferior, aún incapaz de apartar mi vista de ella mientras continuaba, dispuesta a volverme rematadamente loco, a excepción de cuando cerraba los ojos del puro placer que me embriagaba. Esto no iba a quedar así, ni de lejos iba a permitir que la cosa terminase conmigo pasándolo mejor que nadie, aunque claro por dejarme hacer un rato mas no perdía nada.

Por un momento casi pensé que Bella me haría llegar a mi auge, ahí mismo mientras se deleitaba volviéndome completamente loco. Me aferré a las sabanas de tal forma que terminaron echas pedazos, aún gracias que me contuve de golpear la cama o aún la habría destrozado también. Los gemidos no dejaban de salir de entre mis labios, mientras miraba con lujuria como ella hacía lo suyo conmigo. Cuando paró eché para atrás la cabeza, dejando de observarla finalmente y cerré los ojos tomando aire, ya con la respiración notablemente ajetreada por la excitación que sentía en aquellos momentos. Ahora ya si que no atenía a razones, esto me había dejado completamente fuera de mi, simplemente no era el mismo, al menos por un rato.

Abrí los ojos clavando mi mirada perversa y lujuriosa en ella y sonreí ladino al oír su comentario. -Fantástico... Ahora, mi turno... -contesté con apremio y reí levemente antes de devorar sus labios con locura. Volteé de una forma un tanto brusca y la aprisioné contra el colchón sin piedad alguna, deslicé una de mis manos hasta su cadera y con la otra me dediqué a acariciar su abdomen. Paré nuestro frenético beso en seco y deslicé mi lengua delineando su mandíbula subiendo después por un costado de su cuello hasta alcanzar su oído, sobre el cual posé mis labios. -Quiero oírte gemir, quiero que grites mi nombre, quiero hacerte enloquecer, como haces tu conmigo y quiero hacerlo una y otra vez hasta que no podamos mas... Te quiero a ti ahora y siempre... -pronuncié cada palabra con lentitud sin despegar mis labios de su oído, en un susurro sensual y provocador cargado del deseo que me dominaba en estos momentos. Repetí aquello varias veces a su oído mientras deslizaba la mano que estaba en su cadera hasta su zona mas íntima, empezando a masajearla con deliberada lentitud, quizá un tanto torturante y perverso para ser un acto mio, pero me lo estaba pasando en grande y mi único deseo era hacerla disfrutar por lo menos tanto como lo había echo yo.

Casi me sentí idiota por haber pensado en algún momento que esto podía salir mal, que podía llegar a sentirme incómodo por mi moral y la verdad es que mi moral era lo ultimo que tenía en cuenta ahora, simplemente me dejaba llevar y era muy satisfactorio y eficiente hacerlo. Continué jugando con mis dedos con absoluta libertad, viendo el resultado que tenía sobre Bella cada ligero cambio en el registro de dichos movimientos. Me estaba deleitando en cantidad con aquello, aparté mis labios de su oído y alcé mi rostro para poder mirarla de frente.

De repente me llegó el olor de su sangre y advertí que se había herido al morderse con tanta fuerza, la cosa fue que me sobreexcite aún mas y no fui capaz de contenerme. Lamí sus labios gimiendo en el proceso y pasé a besarla con total descontrol saboreando su sangre casi con locura. Separé mis labios de los suyos tras haberme deleitado suficiente y me alcé dejando de aprisionarla, al menos durante unos segundos, parando en aquel momento los movimientos de mis dedos en su zona íntima. Me llevé dichos dedos a la boca lamiéndolos con suma perversión mientras no apartaba mi mirada lujuriosa de Bella, sonriendo con picardía. Estaba apoyado sobre mis piernas, que permanecían dobladas a ambos lados de las suyas, así que me acomodé o mas bien nos acomodé a ambos, sentándome sobre ella y sujeté su cintura con mis manos mientras entraba de nuevo en ella ahora dejando de lado la delicadeza del principio. Aparté mis manos de su cintura, inclinándome sobre ella ligeramente para tenerlo mas fácil y apoyando una de mis manos en el colchón junto a su costado empecé a moverme con ímpetu sobre ella, gimiendo con cada embestida. Clavé mis colmillos con deliberada intención en un par de dedos de mi mano libre, hasta herirme, pasé dichos dedos delineando el labio de Bella, dejando mi sangre sobre estos. Ya me había percatado antes de lo placentero que había sido para ella catar mi sangre, tal vez tanto como para mi hacerlo con la suya, así que si pretendía llegar al clímax de una forma gloriosa, iba a ser con sangre de por medio.

Estaba enloqueciendo por instantes, moviéndome cada vez con mas fuerza empezando a rozar lo bruto en mas de una ocasión, pero simplemente era incapaz de detenerme o aminorar el ímpetu de mis movimientos, señal de que no tardaría en llegar a mi auge. Los fuertes gemidos de Bella no hacías mas que encenderme aún mas y mas, sentir como su cuerpo se estremecía aprisionado bajo el mio con cada fuerte embestida que le proporcionaba era perversamente magnífico.

De un momento a otro me vi moviéndome con mas lentitud pero mucha mas fuerza, golpeé varias veces el colchón con la mano que tenía libre, una vez la había apartado de los labios de Bella y casi sentí como una placentera descarga eléctrica recorría todo mi cuerpo, hasta la ultima terminación nerviosa. -Oh dios mio... dios Bella... -casi grité aquello mientras cerraba mis ojos con fuerza y gemía a la desesperada aferrándome a la sabana con mi mano libre. No tardé nada en llegar al clímax, gimiendo con fuerza en algo parecido a un gruñido, mientras me dejaba invadir por completo por aquel momento magníficamente glorioso sentí como me iba dentro de ella, quien no tardó en llegar también a su orgasmo, echo ante el cual sonreí felizmente. Me acomodé sobre ella medio incorporándome y sentándome del todo sobre sus caderas, sin salir un solo instante de ella seguí moviéndome, ahora con suma tranquilidad y lentitud, pero sin dejar de hacerlo, por el simple echo de que era demasiado placentero como para parar, al menos de momento. -Esto es la gloria... -solté un largo suspiro, mas de gozo que de otra cosa y dibujé una amplia sonrisa de satisfacción en mi rostro. Mis manos no dejaron de acariciar el cuerpo de Bella, deleitándome en hacerlo ahora que no estaba enloquecido por llegar donde ya habíamos llegado.

Seguía ahí sentado sobre ella, moviendome aún con mas lentitud que antes si es que era posible, pero aun negándome a dejar de hacerlo. Mis manos se deslizaban por su cuerpo con deliberada lentitud, acariciándola con suma intensidad y con total dedicación, estaba dispuesto a aprenderme su anatomía de memoria mediante el recorrido de mis manos. Este momento estaba siendo mas que perfecto, era una calma un tanto extraña, pues ambos estábamos mucho mas calmados que antes aún invadidos por la placentera sensación de haber llegado al clímax y además, casi a la vez, pero el echo de negarnos a parar hacía que aun fuese todo demasiado excitante.

-Ha sido mas que perfecto... Si conseguimos mejorar esto, creo que no nos van a ver mucho fuera de aquí... -comenté mientras me acomodaba un instante sobre ella, antes de proseguir con mis pausados y ,ahora si, delicados movimientos dentro de ella. Recuperar el ritmo de nuestra respiración era algo que podíamos hacer a nuestro antojo ya que no nos era necesario respirar, pero ahora mismo me era imposible controlarla y por lo visto ella tenía el mismo problema, pues ambos seguíamos prácticamente jadeando. -Podría decir lo mismo, pero me quedaría tremendamente corto... -sonreí mordiéndome levemente el labio inferior mientras cerraba los ojos un instante soltando un largo y placentero suspiro, que iba mas bien a camino de un gemido. -Creo que debería preocuparme el echo de que me sienta incapaz de parar, pero es que me es imposible preocuparme por nada ahora mismo... -confesé con una amplia sonrisa en mis labios mientras abría los ojos y la miraba atentamente.

Nuestro momento de desenfreno y locura pasional estaba dando paso a uno mucho mas calmado y romántico. A decir verdad, todas las veces que se me había pasado este momento por la mente me lo había imaginado como algo mucho mas dulce de lo que acababa de ser nuestro arranque de lujuria, aunque eso no quitaba que no hubiese sido sublime. De todos modos me había quedado con la sensación de que debía demostrarle a Bella que no era una bestia, si no todo lo contrario.

Volví a parar un instante, aun sin salir de ella, y me estiré de nuevo pegando mi cuerpo al suyo mientras retomaba aquel pausado ritmo y delicadeza de mis movimientos sobre ella. Suspiré contra sus labios al sentir sus caricias y de nuevo estábamos besándonos, ahora con mas calma pero de forma igualmente apasionada. Gemí levemente en el breve instante de liberación que tuvimos de los labios del otro mientras nos acomodábamos al ritmo de mi embestidas, que seguía siendo delicado y casi torturante, pero era tan placentero que no quería echarlo a perder perdiendo el control como antes.