Una nueva esperanza. O, ¿debería de decir "desgracia"? {Alice}

Aquella mañana se había vuelto de un color oscuro en mi cabeza, como si un nubarrón hubiese ocupado todo en mi mente. Como un suspiro de viento gélido pasó la mañana ante mis lupinos ojos patrullando de aquí para allá junto a mi manada. La tarde fue cálida. Comí junto a mi padre el cual no paró de hablarme sobre Charlie y el día de pesca que habían tenido. Trajo a casa un pez enorme que tal vez nos comeríamos aquella misma noche.

Pasé tres horas durmiendo hasta que el sonido amortiguado de la puerta me despertó; era mi padre. Entre sus incesables murmullos conseguí rescatar un: "Te dejaste el televisor encendido". ¿Había perdido el juício? ¿me había despertado por esa tontería? Daba igual. Era temprano, tenía sueño y no me apetecía discutir con él. Cuando se dio cuenta de aquel monólogo que estaba haciendo, bufó exasperado y desapareció no sin antes regalarme un agradable portazo. Le molestaba que no pegase ni golpe durante el resto del día. Tsk, ¿qué quería que hiciese si no?

Bajé somnoliento las escaleras hasta la cocina. Buscando con la mirada a mi padre, quién me había dejado una nota en un imán de la nevera:

Jake, me he ido con Charlie. Tardaré un par de horas, así que haz el favor de salir de casa y hacer algo de provecho.

Billy.

Rodé los ojos ante aquella ironía. Algo de provecho... algo... de... pro-ve-cho. ¡Mierda! Abrí los ojos de repente y hecho un huracán me planté en la mansión de los chupasangres. No me parecía nada justo que yo fuese el último de enterarme de todo. Era mi mejor amiga la que se había convertido en un monstruo, y lo mínimo que necesitaba era respuestas para entender qué demonios hacía en Italia. Me dispuse a golpear la puerta para que me abrisen, pero al primer golpe ésta se abrió de par en par. Fruncí el ceño confundido, ¿estaba medio abierta? Daba igual, me dirigí hasta dentro de aquella mansión ignorando el olor a muerto. - ¡Eh! ¿hay algún Cullen por aquí? - Escupí con rudeza para que alguno de ellos hiciese su aparición.

¡Oh, vamos! Podía discernir ese olor dulzón a kilómetros de distancia que me indicaba que alguna de esas sanguijuelas se encontraba en esta mansión. Recorrí con la mirada amenazante cada rincón recóndito de aquella enorme casa y, al escuchar de repente una armoniosa voz a mi costado cerré los ojos dejando escapar el aire con brusquedad para intentar calmarme antes de dirigirme a ella: se trataba de la pequeña Cullen. Podía estar de suerte, fuera sido peor encontrarme con su hermana, la barbie superficial.

"No se te ha perdido nada."

Abrí los ojos de repente y apreté los puños furiosos, clavados en cada costado de mi enrome cuerpo. ¿Que no se me ha perdido nada? ¡y qué demonios sabía ella! Ladeé la cabeza con brusquedad para clavar mis ojos en los de la vampira, y algo en ella pareció cambiar... o, ¿era yo quien había cambiado? El mundo pareció detenerse en el momento en que clavé mis ojos en Alice. Las agujas del reloj, el aire –sólido y denso– imposible de pasar por mis pulmones. La existencia con ella... ahora parecía tenía sentido, la vida tenía sentido. Y en ese instante supe por qué vivía. O mejor dicho, por quién vivía. Había salido de mi realidad y había entrado a un nuevo mundo con los ojos cerrados, que al abrirlos, Alice Cullen fue el paraíso que pude divisar. La criatura más hermosa que pisó la Tierra y que me había deslumbrado por completo.

Negué frenéticamente con la cabeza y eché un paso hacia atrás dirigiendo mi mirada hacia un punto inexistente. Yo... había perdido la cabeza, sí, porsupuesto. Me reí internamente pero, sin embargo, al volverla a mirar aquel sentimiento no pareció haber desaparecido. Era una mezcla de: adoración, fascinación, protección, amor. Sí Jacob Black, Amor en el más puro sentido de la palabra. Más allá de la realidad. - Yo... venía para... - Me callé. Pero... ¿qué demonios? ¡Disimula! ¡Se dará cuenta! - Quiero respuestas. Quiero... - Pensaba que iba a salir corriendo en un momento u otro. Había perdido el juicio, estar tan cerca de chupasangres me había provocado una especie de traumatismo cerebral. - ...saber como está Bella.

"Si te vas, si tu desapareces... mi mundo se va contigo"

Ni tan siquiera recordaba cuando leí esa frase. ¡JÁ! tiempo atrás
lo juraría como la mayor de las cursilerias que pasaron por mis pupilas.
Pero, ¿por qué ahora tenía un significado distinto? No dudaría en
pensar que un fuerte golpe en la cabeza me habría transtornado
por completo, si no fuera porque tenía el nombre de la responsable
de mi propia enfermedad: Alice Cullen.
¿Esto se debía a la imprimación? ¿por qué ahora y no antes? Y yo que pensaba que no me podía ir peor en la vida... Esto superaba todas las malas espectativas con creces. Y, ¿ahora qué? Ella estaba con el tal Jasper y... ¿¡pero qué demonios estás pensando Jacob Black!? Es una vampira, ¡es una Cullen! La cabeza me iba a explotar en un momento u otro, necesitaba salir de allí corriendo y no volver jamás. Pero era imposible cuando sentía ese lazo invisible que me unía a ella sin poderlo evitar, una especie de conexión que no me permitía siquiera mantener un metro de distancia con ella. ¡Maldita imprimación! ¿qué le diría a mi padre? ¿qué le diría a la manada?

"No hay nada nuevo..."

Centré mi total atención en la preciosa vampira de facciones finas y pelo rebelde. De qué... ¿de qué estábamos hablando? Oh, de Bells... - Ah, vaya... - Me limité a responder totalmente embelasado ante su presencia. Y para complicar más la situación, aquel camisón no me ayudaba en nada a concentrarme, ni siquiera discernía el olor dulzón y desagradable de sanguijuela, pues su presencia eclipsaba todo lo demás. Aquella sonrisa me hizo parpadear y clavar mi mirada en otra parte, prestando atención a sus palabras. ¡Mierda! ¿quedarme? Y sin pensar, mi cuerpo se impulsó hacia dentro de la casa como si estuviera tirado de un hilo invisible, algo demasiado fuerte como para luchar. - Me quedo aquí porque no soy de los que se niegan a una invitación. - Me justifiqué sin saber ni siquiera por qué. Me detuve y observé la mansión en el vano intento de despejar mi mente, pero siempre la encontraba a ella... - ¿Estás sola? ¿dónde están el resto de tus hermanos chupasangres? - Pregunté para no quedarme en silencio; sería mucho peor.

Me condujo hasta la sala, había de admitir que estos chupasangres tenían buen gusto... Aunque sin dudarlo me quedaría con el estilo que nosotros considerábamos para decorar nuestro hogar; eran mucho más reconfortable, más hogareño. Respiré hondo en un segundo de distracción de Alice -mientras se acomodaba en el sillón- para afrontar y aguantar la situación que se me venía encima. - No... no importa. - Solté a la vez que me sentaba en el sofá lo más alejado que me era posible de ella, sintiendo como el mismo cedía a mi peso. Un momento Jacob, haz el favor de arreglar esa frase, no pareces tú. - Es decir, ¿qué puedo encontrar en esta mansión que me resulte interesante? Nada. - Le dije sin ningún preámbulo. Aunque si lo meditaba mejor, ahora sí se había convertido en mi principal interés; básicamente porque mi éstupida mala suerte me había impulsado a engancharme a una droga a la que no podría salir jamás, una adicción que sería para siempre, más allá de lo racional.

Clavé mis oscuras pupilas en el suelo, con los brazos cruzados fuertemente alrededor del pecho mientras me dedicaba a dar leves golpes con el pie contra el suelo como si de una especie de tic se tratara. Genial, ¿alguna forma para quitarme el nerviosismo de encima que no fuese tan evidente? Alcé con dicreción el rostro con una ambigua expresión dibujada en él, sin atreverme a mirarla directamente a los ojos; sabía el efecto que ella causaba en mí y eso sería devastador. - No está en mis planes terminar con la vida de una inofesiva Cullen, pero gracias por la información. - Le respondí con una socarrona sonrisa y, mi mirada se volvió más expresiva cuando prosiguió. Mayoritariamente, la parte que me llamó la atención -sí, ¿para qué negarlo?- fue que su pareja, el vampiro soldado no se encontraba por aquí. - Hum, mira por donde... así que reflexionar. Y, ¿sobre qué? ¿estais en una especie de crisis matrimonial? - Le pregunté sagaz y, en cuanto me percaté en cómo había apartado su mirada después de su confesión, una esperanza me recorrió por todo el cuerpo. Y si... ¿estaba yo en lo cierto? Aquello me daría una oportunidad. Negué frenéticamente intentando borrar la cara de tonto enamorado que posiblemente se me había quedado. Estuve de suerte al engatusar aquel movimiento como negación a su siguiente pregunta. - Quizás más tarde, he perdido el apetito... - El apetito, la cabeza, y toda voluntad por intentar ignorarla y pasar por alto estos sentimientos.

Sentía su mirada clavada en mí como si sintiese una especie de curiosidad hacia mi persona. ¿Sería producto de la imprimación? Era posible y, ¡maldita sea! Aquello sólo me provocaba una especie de confusión mental. ¿Cómo se iba a fijar ella en mí? No había discusión posible para litigar con esto sin salir perdiendo en el intento. ¿Y todo lo que esto implicaría? En algún momento tendría que aceptarlo enfrente de todos los chupasangres -si no, su hermano lector de mentes ya lo haría por su cuenta- y frente a mi manada. ¡Joder, joder, joder!

El mundo confabulaba en mi contra, estaba más que comprobado. ¿Acaso un lobo no merece ser feliz? Maldita cruel realidad que me ha impulsado a enamorarme de la sang.... en... esta criatura de belleza sobrehumana, capaz de iluminarme a mí, mi alma, como un millón de cables de acero que me fijaban a un punto; a ella. Su armoniosa voz para mis oídos me despertaron de aquella ensoñación o, ¿entré en otra? Fuese lo que fuese intenté dejar de mirarla con aquella devoción y entrega. Se me encogió al corazón al verla en aquel estado conforme sus palabras salían de sus labios con una clara aflicción.

¿Alegrarme por ello? ¿maldecirme porque ahora tenía una oportunidad? Ya había luchado lo suficiente por una persona y mira como había terminado todo. A pesar de sentir unas inmensas fuerzas para luchar y llegar hasta su corazón, -o alma, o lo que tuviese- no sabía si podría tragarme otro: “Lo siento Jacob, siempre ha sido él”. Aunque lo negara con todas mis fuerzas, sabía que ante todo me sentía inmensamente feliz. Y como el gran estúpido que en ocasiones era, lucharía por ella hasta la saciedad. ¿Por qué no intentarlo? Si de todas formas esta vez no podría desengancharme de este sentimiento...

Me moví hasta la otra punta del sofá para romper cualquier barrera que me separase de ella. - Sé que no lo eres. Y si te soy sincero, no me parece justo que sigas con esta relación que ya no consigue llenarte como antes. - Le confesé, apartando la mirada unos instantes de sus ojos; mi corazón había empezado a latir tan estúpidamente fuerte que me sentí incluso avergonzado. - Yo... también estoy metido en otro problema de este tipo. Me he enamorado de otra persona y... esto es definitivo, es para siempre.

¿Cómo afrontar esta situación sin que todo se me venga encima? Aquí quedaba atrás mi fortaleza, mi orgullo, mis garras, mis pensamientos, o el mismo pasado; aquel que me indicaba el hecho de no volver a cometer los mismos errores. Que sin embargo, no sólo se repetían de nuevo, si no que tendría que tragarme lo que vinise después. Podría aceptar un “no” como respuesta de Alice, podría aceptar cualquier insulto hiriente de su parte e incluso un buen golpe. Lo aceptaría pero, ¿y si me dijiese que me largase de su vida? No podría hacerlo, no cuando ella se había convertido en mi máxima prioridad.

La miré de soslayo para cerciorarme de su reacción ante mis últimas palabras. El hecho de verla reflexionar me hizo sonreir ampliamente durante unos instantes; pese a que todo aquello me facilitaba el hecho de luchar por ella y en consecuencia; crear una situación donde el dolor estaba asegurado, no podía dejar de sentirme esperanzado ante esta expectativa. Yo era un hombre de ideas fijas, había luchado para conseguir lo imposible... Y esta vez no tendría el mismo desenlace. Algo dentro de mí me lo aseguraba: como un destello de luz, una nueva perspectiva. - Si estás segura no creo que haya que darle más vueltas, haceis vuestra vida por separado y punto. - "Genial, Jacob, tanta susceptibilidad hacia ella terminará de conquistarla de sopetón, claro que sí... “ me reprendí a mi mismo con ironía. A veces por ser tan directo podía herir aunque no quisiese, y lo que menos pretendía era herirla a ella con mis comentarios tan... tan... ¿Jacob Black?

Fruncí el ceño y tensé los labios en consecuencia: no me gustaba para nada que se dijiese todo aquello. - Bueno, yo tampoco he elegido convertirme en un “chucho” peludo. - Le comenté dedicándole lo más próximo a una alentadora sonrisa que, rápidamente, se transfiguró por una afligida mirada en cuanto se dedicó a ocultar su rostro con sus níveas manos. - Agradezco que no puedas hacerlo. - Comenté de inmediato, clavando la mirada hacia otro punto del salón. - No creo que pudiese soportar verte llorar... - Era una bonita forma para dejar entrever mis sentimientos irracionales hacia ella, ¿no? Quería abrazarla y consolarla como se hace en estos casos. Pero su rechazo... no sé si podría soportarlo.

Me supo a gloria cuando me explicó que efectivamente, hablaría con él para aclarar las cosas y, con un poquito de suerte, podría lanzarme a ella sin pensármelo siquiera, sin tener obstáculos de por medio con los cuales competir. Todo me seguía pareciendo tan sumamente absurdo e irrazonable... ¡Por el amor de Dios, las imprimaciones son esporádicas! Tanto amor predestinado y tanto desamor a nuestro alrededor me apolillaba la mente.

La escuché en todo momento dándole a enteder que ahí estaba yo para apoyarla con todo lo que tenía que afrontar, ya que no era nada fácil aquello. No había pasado por una situación semejante, pero una relación de aproximadamente un siglo de perdurabilidad no era ninguna tontería. Pero no por eso me desvincularía de este sentimiento -además de no poder hacerlo- por sentirme insignificante para derruir con este amor (ahora, marchitado) de muchos años atrás. En cuanto mis oscuros ojos chocaron con los auríferos orbes de Alice, además de sentir una corriente eléctrica que me recorría por todo el cuerpo como ya me era habitual cada vez que me encontraba con su mirada, pude discernir un destello en la misma. ¿Eran por mis palabras? ¿podía hacerse una idea de lo que sentía por ella? Agaché levemente la cabeza y fruncí el entrecejo, tensando los labios en consecuencia. ¡Mierda! Quizás había sido demasiado directo... O la idea más lógica que se cruzaría por su mente: “este licántropo ha perdido la cabeza”. De todas formas no estaría para nada equivocada. Había perdido descabelladamente la cabeza por ella.

Elevé la mirada rápidamente -ya que no esperaba que se levantara- en cuanto se incorporó y, me dejé llevar instintivamente por lo que sentía en cuanto me rodeó con sus frágiles brazos -en apariencia- cual movimiento correspondí sin meditarlo. La rodeé con mis enormes brazos y cerré los ojos casi por inercia. Parecería muy ridículo y una gran cursilería inpropia de mí, pero núnca antes el frío me había resultado tan alentador como ahora. - Alice... - Solté en un suspiro y, en cuanto me quise dar cuenta ya se había separado de mí, manteniendo aquella distancia que me parecía tremendamente inalcanzable. ¿Me había dicho que yo era especial? Daba igual, mis palabras salieron de mis labios antes de cavilar las ideas dispersas de mi mente. La miré con una rigurosa expresión. - Es cierto. Bella signigica mucho en mi vida a pesar de todas las circunstancias en las que estamos envueltos. Pero no de la forma que tu crees, las cosas han cambiado muchísimo. - Le confesé. La palabra “muchísimo” se quedaba muy corta en comparación con todo lo que me había pasado en apenas unos minutos, sin embargo...- Estoy... imprimado en esa persona por mi condición. Es un amor más allá... es... para siempre, algo que no puedo cambiar. - La miré a los ojos con los nervios a flor de piel. - Y tampoco quiero que cambie. El problema es... la persona de la cual estoy imprimado o enamorado o como quieras llamarlo. - Me levanté y respiré hondamente. Había llegado el momento: confesión + largarme de allí después de su reacción ya prevista. - El problema esque esa persona... eres tú.

Su cuerpo era cálido, prácticamente sentia que el mio podia arder en aquel momento, pero me había sentado tan bien... estar entre sus brazos había sido una de las mejores sensaciones que había tenido en toda mi vida, me maldije a mi misma por separarme de él y no seguir el abrazo, ahora, aunque estaba a escasos centímetros de mí le notaba tan lejos, y lo más extraño es que tenía una sensación de los más desconocida que me pedía abrazarlo de nuevo, como si de una droga se tratase y, de las peligrosas. Susurró mi nombre y yo sonreí, almenos no me llamaba sanguijuela como a los demás ¿Pero... por qué veia a este chico tan especial? .Me explicó sobre Bella, que su relación con ella ya no sería la misma y que las cosas habían cambiado demasiado, algo lógico, Bella se había ido con mi hermano a Volterra por tiempo indefenido. Alcé la vista para encontrarme con sus adictivos ojos de nuevo, me dijo algo sobre la imprimación, algo dentro de mí se revolvió, ¿Estar imprimado era igual a enamorarse? Esperé pacientemente a que me dijera quien era la afortunada, aunque las imprimaciones, segun tenia entendido no eran a voluntad.
Fue entonces, cuando, por primera vez en mi vida como vampiro la vusta se me nubló, todo me daba vueltas, retrocedí unos pasos hasta dejar mi cuerpo muerto sobre la butaca. Había oído mi nombre sin ninguna duda, llevé mis manos a mi rostro de nuevo, cerrando los ojos intentando pensar, pero todo todo dentro de mi había sufrido un bloqueo, no podia pensar, ni hablar ni nada, un licántropo se había imprimado de mi? ¿Como habiamos llegado a esta situación? No podia ver el futuro a su lado, pero sabia de todos modos que después de esto se levantaría y se marcharía y no estaba dispuesta a tolerarlo, le quería a mi lado. Alargué la mano hasta cojer tu brazo. -No te marches, por favor...-Dije con voz temblorosa, sabia lo que estaba a punto de decir, me traeria consecuencias pero ya no importaba- -Crees en el amor a primera vista? -Le pregunté sin atreverme a mirarlo aún -Creo que tu imprimación ha afectado a ambas partes... -Susurré nerviosa antes de levantar la mirada y esbozar un intento de sonrisa.-Me gustas Jake, aun no se porqué, pero me gustas -Confesé en un suspiro antes de llevarme las manos a mis sienes-

Escuché sus palabras atentamente, aquello no podia estar pasando... ¿Por qué despues de tantos, tantos años tenía que pasarme algo así a mí? ¿Que había hecho yo mal? De erepente sus manos tocaron mi rostro y sentí como si me hubieran quemado con algo ardiendo, cerré los ojos y suspiré, entonces fue él el que abrió su corazón, de nuevo y no sin un gran esfuerzo. -Jake... -Susurré casi en un suspiro cuando le escuché decir todas esas cosas, claro que podía estar asustado, lo que había pasado con Bella le había dejado machacado, y ahora yo.. yo tenia una oportunidad para ayudarle, ambos sabiamos que habia sido involuntario, ya que la imprimación era incapaz de controlarse. -A mi no me perderás mientras tu no digas lo contario... -Aquellas palabras salieron directas de mi corazon ¿Por qué tenia tantas ganas de protegerle? ¿,Me había robado definitivamente el corazón? ¿Y Jasper? En ese momento no podia pensar nada con claridad todos los pensamientos flotaban sueltos en mi cabeza y me estaba haciendo un gran lío. Le abracé de nuevo, pasando mis manos por su cintura y apoyando mi cabeza en su pecho, el corazón le latía tan fuerte... estaba tan lleno de vida. -Escuchame Jacob, sabes que con esto cometemos un riesgo muy grande, tu con tu manada y yo con los Vulturi... -Susurré sobre su pecho mientras acariciaba su espelda con las yemas de mis dedos. ¿Que harian los Vulturi si se enteraban de esto...? No podria soportar que le hicieran algo malo, también debia hablar con Jasper y decirle que me había pasado. A los pocos minutos me separé de el. -No quiero ni pensar que pueden decirte cuando llegues a casa y te encuentren con ese olor a vampiro...