The wolf and the lamb {Bella}

El odio que había sentido hacia los fríos siempre había sido bastante agudo desde que supe de su existencia, pero lo que sentía ahora iba más allá del odio. La simple idea de que esos monstruos se pasearan entre nosotros hacía que mis entrañas se retorcieran de forma dolorosa. Y seguramente todos lo sentían igual que yo, el problema es que el resto de la manada no veía a los Cullen como una verdadera amenaza por su alimentación.

Pero a mí todo eso me daba absolutamente igual. Por culpa de los Cullen había llegado Victoria a por Bella; mi chica, aquella a la que yo había sanado las heridas cuando aquel maldito chupasangre la abandonó sin reparo. La persona que más me había importado en todo el pueblo, y que ahora... -a pesar de no haberlo comprobado por mi cuenta- era una de ellos. Mi pesadilla se había cumplido, y todo era culpa de esas asquerosas sanguijuelas. Por ese motivo, esa mañana tomé una determinación, y ni tan siquiera me acerqué a Sam a contarle lo que tenía pensado hacer. No pensaba dejarle que me lo impidiera, así que más valía hacerlo sin que lo supiera.

Marqué el número de teléfono de la casa de los Cullen y, al averiguar que se encontraban en Italia -concretamente: en Volterra- no fue un impedimento para no ir hasta allí. Me aseguré de contarles al resto de la manada que necesitaba estar solo, durante un período de tiempo. Y ahora, aquí me encontraba; determinado, seguro, con la cabeza fría a pesar de tenerla ardiendo a 42º. Marqué el móvil de Bella y cuando la tuve al otro lado del aparato, hablé en un tono de voz monocorde y colgué sin darle tiempo a hacer ninguna pregunta.

- Ahora. En los bosques de Volterra.

La frase estaba pensada para que viniera y, al no haberle permitido hacer pregunta alguna, su curiosidad y quedaría ahí tal y como había pensado. Me quité la camiseta y las zapatillas y salí de donde estaba instalado, con tan sólo unos jeans cortos en dirección al bosque. Aceleré el paso sin entrar en fase, si lo hacía, sería muy peligroso. Quería comprobar con ojos humanos... si se había cometido aquel atroz acto con Bella. Temblé de pies a cabeza y un nudo se formó en mi garganta, apreté los puños fuertemente haciéndome añicos los nudillos. No podría aguantarlo...

El tiempo había cambiado muchas cosas, quizás demasiadas, pero en esencia yo seguía siendo el mismo chico. Quizás me costaba un poco más reír, quizás pasaba más tiempo enfadado del que era sano, pero continuaba siendo el de siempre y yo era un chico de ideas fijas y buena memoria. Por eso, la voz de Bella al otro lado del aparato había dicho mucho más que cualquier explicación procedente de su persona.

"El chico bueno", claro, siempre sería el chico bueno... Aunque el mismo estúpido que correría detrás de Bella Swan mientras su corazón siguiera zumbando como un colibrí, mientras el rubor natural se materializara en sus pálidas mejillas. Sí, ¡porsupuesto que todavía albergaba esa esperanza por muy insignificante que fuese! Una esperanza que... quedó reducida a nada en cuanto un asqueroso hedor a muerto putrefacto entró por mis fosas nasales. Arrugué la nariz instintivamente y no salí corriendo de allí si mi enorme cuerpo no se fuera topado con un árbol tras mi espalda que me impedía dar marcha atrás.

En ese momento una persona se interpuso entre mi mirada y el horizonte. Fui consciente de la oscuridad momentánea que me atrapó. Genial, ¿por qué es tan sencillo jurar que no flaquearas y al verla así, se te cae el mundo encima? Tragué saliva con fuerza. La miré totalmente pasmado, sin querer -ni poder- encubrir la sorpresa en mi expresión al verla por primera vez. En palabras sencillas: no daba crédito a lo que estaba viendo. Esto no era más que un sueño, una pesadilla desgarradora al que mi extenuado cuerpo y mis vanas esperanzas me transportaron para que así pudiera sucumbir al dolor que me carcomía por dentro.

"Jake..."

¡Mierda! ¿qué demonios me pasaba? Agaché la cabeza bruscamente, apartando los ojos de ella... o lo que quedaba de ella.

A pesar de clavar mis oscuros ojos en la hierba, como si allí encontrara respuestas, no se me pasó por alto el color carmesí de sus orbes. Ya no era la misma, ya no era mi Bells. - Quería comprobarlo... quería regresar a Forks con una amplia sonrisa y reírme en la cara de todos los estúpidos que me han asegurado que ya eres una de ellos. Quería decirle a tus compañeros de instituto y a Charlie que pronto volverías. Adiós a todas aquellas falsas esperanzas que me llevaron a buscarte. - Cerré los ojos con fuerza con el ceño fruncido. Sin moverme ni un sólo centímetro e intentando controlar los temblores de mi cuerpo, manteniendo aquella rígida posición.

Bella no parecía atinarme a decirme nada y, en cuanto elevé la mirada, lo primero que me encontré fue con sus ojos. Pero ante mis pupilas volvían a retomar aquel color... su color: reflejaban tristeza, demasiada dolor. Y un extraño peso frío se clavó en mi estómago. Odiaba verla triste, bajo ninguna circunstancia me era agradable verla en ese estado. Intenté despistar mi mente ante aquella corta pero significativa disculpa. Pero no funcionó, aquellos malditos recuerdos vinieron a mí como una devastadora avalancha.

Sentía que habían pasado años desde aquella vez, y siglos cuando había llegado al pueblo de nuevo. Y... décadas desde aquel paseo por las playas de La Push que me había hecho perder la cabeza por completo por ella. Pero cuando Bella se fue, cuando la perdí, todo, absolutamente todo se fue con ella. Ya no había su sonrisa, no había motos, y no estaba Bells conmigo. Ahora sólo hay un garaje vacío, con recuerdos en él. Y un doloroso hoyo en mi pecho. Nada más. Sólo vacío. Sin Bells.

- ¡No! - Exclamé mirándola a los ojos con intensidad. - No lo sientas... sé que no se trata de ti. Si hay alguien que debe de sentirse culpable soy yo por no haber llegado a tiempo. - Las siguientes palabras me quedaron entorpecidas en la garganta, imposibles de pasar. En cuanto me cercioré de sus pasos hacia mi: cautelosos pero relevantes, me eché hacia atrás hasta golpearme la espalda contra el árbol. Yo no... no podía, no lo soportaba. - Pero... - Hablé finalmente conteniendo el odio y la repugnancia de mis palabras, haciendo caso omiso a las frases de Bella. Claro que ella era importante para mi, siempre lo sería. Pero ahora, ¿cómo? No podía ni mirarla a la cara, me ponía enfermo. Era una sensación mucho más dolorosa que verla junto con aquel chupasangre.

- Ni tan siquiera la peliroja fue la causante de todo, Bella. Fueron ellos... fue él quien hizo que ella te quisiera matar, y en vez de arreglarlo se fue. - Y todo por ese frío... -Pensé internamente. Esperaba que aquella maldita sanguijuela se sintiera tan miserable como debía sentirse por todo lo que le había hecho a Bella desde que apareció en su vida. - Todos pagarán por lo que te han echo... lo juro.

Mis palabras sonaron duras y decididas, pero es que en eso sí que no iba a dar mi brazo a torcer. Puede que aquello no solucionara las cosas, puede que incluso muriera en el intento, pero si aquello lograba apaciguar el odio irrefrenable que sentía en cada partícula de mi cuerpo era lo que haría. Ella se había convertido en uno de esos malditos monstruos a los que yo había prometido asesinar con mi vida si hacía falta. Por mucho que me insistiera, por mucho que me suplicara o incluso que se opusiera, yo terminaría por vengar su vida, la vida que le arrebataron...

Bella seguía con sus pupilas clavadas en mí pese a no mirarla. Cerré los ojos y me dejé torturar con sus palabras, ¿qué podía hacer?, ¿seguir insistiendo?, ¿decirle que se trataba de una "venganza"? Me sentía con fuerzas para remover montañas y para acabar con todos los vampiros que se me cruzaran por el camino, sin embargo, me sentía débil y sin fuerzas al tener que discutir sobre aquello con Bells. La miré a los ojos alarmado al escuchar sus palabras siguientes, con la sangre helada en mis venas y un gesto de incomprensión en mi cara. ¿Qué? No podía estar hablando de eso. ¡Maldita sea! ¡no era justo que hablara de eso! Entoces lo repitió al formular otra respuesta pero que contenía el mismo significado. Su rostro miró el suelo, justo donde mi mundo acababa de estrellarse.

Mi mirada se perdía más allá del horizonte, hacia la nada, por encima de Bella. Podía imaginarme sus ojos... enrojecidos y amenazantes con llorar en cualquier momento, y yo abrazándola para consolarla. Pero al dirigir mi mirada hacia ella para comprobarlo, no me encontré con nada de eso. Era consciente del dolor que sentía pese a mantener la cabeza cabizbaja, pero no era lo mismo... claro que no. - ¿Para qué crees que estoy yo aquí? Puede que lo más comprensible sea pensar que vengo a terminar con la existencia de tu novio, y no niego que ganas no me faltan. Pero estoy aquí principalmente por ti, Bells. - Avancé hacia ella midiendo cada paso, pero cada cual más firme que el anterior. Me paré frente a ella y fruncí el ceño, ¿podría hacerlo? Alargué la mano hasta su descolorida mejilla y la dejé allí, el frío era estremecedor. - Has cambiado tanto... estás más paliducha que núnca. - Le confesé, cerrando los ojos durante unos instantes mientras soltaba un suspiro de mis labios. Aparté mi enorme manaza de su rostro sin separarme de ella. - No cambiaré de opinión, Bella. Haré lo que tenga que hacer si eso incluye separarme de ti y romper de nuevo mi promesa. Porque a fin de cuentas, ¿sabes que es lo más doloroso? ¿sabes cual es la peor parte?

Y la faceta de: "Yo soy fuerte y nada me afecta" empezaba a flaquear... como siempre cuando la tenía cerca.

Ahogué un gruñido al escuchar sus palabras, tensé la mandíbula para no soltarle cualquier estupidez. En cuanto me alzó del mentón para poder encontrarme con su mirada, di un paso hacia Bella para acortar toda la distancia que nos separaba, pero... aquel repulsivo olor me azotó al primer movimiento. - No... se trata de un cambio tremendo. - Escupí duramente, controlando la intensidad de mis palabras conforme salían lentamente de mis labios. Genial, me llevaba el premio del idiota del año al tratarla así.

En aquel instante, fui consciente de dos cosas; la primera y más importante: aunque me lo asegurara, aunque me lo jurara... esto sólo indicaba que ella no era la misma, era una distancia que yo ya no podía transpasar. Y segunda: que por encima de cualquier cosa, no podía permitirme acercarme a ella tan a la ligera. Me tensé todavía más al tenerla en esa mínima distancia. Empecé a dar marcha atrás sin apartar los ojos de ella y, sin ser consciente de mis propios actos, me detuve de nuevo. ¡Maldita sea! Quería que llegara hasta mi, que me tocara, necesitaba de su contacto más que del mismo aire. Ella era todo lo que anhelaba, todo lo bueno que la vida me había aguardado. ¡Joder, joder, joder! ¡No!

Bufé intentando calmarme con los ojos expuestos en el suelo. A pesar del viento gélido que me golpeaba el cuerpo, iba con unos simples shorts y sin camiseta. Pero por primera vez, podía asegurar con rotundidad que tenía frío. Un frío capaz de calarme hasta los huesos y hacerme temblar de pies a cabeza. - La peor parte es que he perdido la batalla. La... peor parte, es que he perdido a mi amiga, y el amor de mi vida. - ¿Qué más podía decirle a Bells que ella no supiese ya? - Quiero ser capaz de transpasar algo que... simplemente no puedo. - Mi cuerpo tembló y apreté los puños en consecuencia. - Y... lo peor de todo, es que no puedo luchar por ti para ofrecerte una vida normal. Como debería de haber sido desde el principio.

¿Aquello era el final? Con un fuerte dolor en el pecho y un nudo en la garganta impidiéndome hablar, miré hacia el horizonte. - ¿Crees que... haya una segunda vida? - Ahora la miré a ella. - Apuesto a que la próxima vez lograré llegar hasta tu corazón, Bells. - Mostré una media sonrisa y luché con ahínco para que de mis ojos no surgiera ni una sóla lágrima. Fuerte Jacob Black, sé fuerte hasta el final. - Se preguntarán donde estás...